Horas, minutos... y tiempo en definitiva
Hoy he tenido uno de esos días extraños. De esos que no se sabe bien si son buenos o malos, medianamente productivos o totalmente inútiles.
Para empezar, me he vuelto a saltar otro día más de piscina (y ya van 5 en un mes), por quedar con Bot a hacer prácticas de Programación Orientada a Objetos. Llego a su edificio a las 10:05 (habíamos quedado a las en punto) y al timbre contesta una voz somnolienta. Cuando me abre la puerta, y como imaginaba mientras subía por las escaleras, el susodicho va todavía en pijama y tiene los ojos pegados por las legañas. No es la primera vez, por eso me suelo demorar algo más, habitualmente. Y luego otras veces él me llama a mí peeeerrrrrooooo (a partir de ahora, ya creo que no, jejeje).
Lo peor es que ha sido una de esas mañanas totalmente perdidas, ya que a lo único que nos hemos dedicado ha sido a buscar estupideces en Google, como si fueramos dos pringaos que acabaran de descubrir Internet. Bueno, sí, además hemos escrito un par de correos electrónicos a dos profesores. El primero era para una asignatura a la cuál presentamos en diciembre la práctica que nos faltaba para aprobar, y nos habíamos despreocupado desde entonces (¿he mencionado que somos unos perros?). Pues mal hecho, ahora aparecemos como No Presentados. Afortunadamente, ha contestado el profesor que lo mirará. Esperemos.
El segundo correo era para las prácticas que estábamos haciendo (bueno, hoy más bien no-haciendo). Resulta que la anterior práctica de esa asignatura, el día de la entrega (vía web) no la teníamos terminada, así que enviamos lo que teníamos hecho hasta entonces (estaba incompleta, pero algo es algo). Decidimos seguir haciéndola y la terminamos tres días después, y la enviamos. Pero claro, la fecha de los archivos ya no era la del día oficial de entrega. Y se ve que el profesor vio día 24 (en lugar de 21) y directamente pasó de corregirla. Pues nos contesta que pasemos a verle. Vale, pues por la tarde nos pasaremos.
Son las 12 y pico de la mañana. No he ido a la piscina. No hemos hecho nada. Nos miramos los caretos. Los gestos de asco son claros: no hay ni puta gana de hacer nada de nada esta mañana. Y con estos pensamientos me voy, absorto, a mi casa. Veinte minutitos de caminata pausada, meditando lo inútil del ir y venir que llevo. Delante de mi puerta, meto la mano en el bolsillo y saco las llaves de... ¡¿mi coche?!
¿Colega, dónde está mi coche?, me pregunto. Y añado: ¡Cáspita! (eufemismo), si me he ido en coche... Y mi coche muerto de risa en el aparcamiento interior del Mercadona.
En fin, ya lo recogeré esta tarde, subo a casa y se lo cuento sonriendo a mi madre. Ni puta gracia le hace: "Ya estás tardando en ir a por él". "Que no, esta tarde, que tengo que ir pa'l barrio otra vez". "Vas... YA" (el nivel de dB aumenta un 300%). Intento hacer oídos sordos mientras camino hacia mi habitación pero el tercer imperativo materno (y no precisamente maternal) amenaza con mover los cimientos, así que me vuelvo a calzar y, hala, otros veinte minutitos en la dirección opuesta. En definitiva, cuando llego a casa (por segunda vez) ya es la una. La una. Una. Una mañana perdida es lo que es.
Cinco y pico de la tarde. Vamos a la facultad a ver al profesor. Y nos dieron las... seis, y las seis y cuarto... y la cola para entrar al despacho del profesor aumenta pero no ha salido nadie todavía. Va para largo. Nos vamos porque tenemos clase de otra asignatura a las seis y media. El profesor llega casi a las siete (si hacemos cálculos: 7-5, llevamos otras dos horas perdidas...). La clase acaba a las 8:30. Inmediatamente bajamos al despacho del profesor de las mencionadas prácticas. Tras esperar un cuarto de hora, por fin podemos entrar. "Somos fulanito y menganito, bla bla...". "Claro, es que yo corregí lo que encontré el día 22 por la mañana, y si lo vuestro no estaba...". "Pero es que sí que entregamos cosas, lo que teníamos hecho el día 21, aunque no estaba completa la práctica". En este momento al profesor se le pone la cara blanca. Te hemos pillao, jefe, ¡tú el día 22 no corregiste una mierda! ¿a quién quieres engañar?, pensamos. "Vale, mañana miro la práctica y os envío la corrección, podéis entregar la siguiente práctica, no hay problema". Bueno. El día laboral no ha acabado tan mal como parecía.
Pero sigo teniendo esa sensación extraña... Puede ser que empiezo a pensar que ya no tengo edad para dejar escapar el tiempo...
Para empezar, me he vuelto a saltar otro día más de piscina (y ya van 5 en un mes), por quedar con Bot a hacer prácticas de Programación Orientada a Objetos. Llego a su edificio a las 10:05 (habíamos quedado a las en punto) y al timbre contesta una voz somnolienta. Cuando me abre la puerta, y como imaginaba mientras subía por las escaleras, el susodicho va todavía en pijama y tiene los ojos pegados por las legañas. No es la primera vez, por eso me suelo demorar algo más, habitualmente. Y luego otras veces él me llama a mí peeeerrrrrooooo (a partir de ahora, ya creo que no, jejeje).
Lo peor es que ha sido una de esas mañanas totalmente perdidas, ya que a lo único que nos hemos dedicado ha sido a buscar estupideces en Google, como si fueramos dos pringaos que acabaran de descubrir Internet. Bueno, sí, además hemos escrito un par de correos electrónicos a dos profesores. El primero era para una asignatura a la cuál presentamos en diciembre la práctica que nos faltaba para aprobar, y nos habíamos despreocupado desde entonces (¿he mencionado que somos unos perros?). Pues mal hecho, ahora aparecemos como No Presentados. Afortunadamente, ha contestado el profesor que lo mirará. Esperemos.
El segundo correo era para las prácticas que estábamos haciendo (bueno, hoy más bien no-haciendo). Resulta que la anterior práctica de esa asignatura, el día de la entrega (vía web) no la teníamos terminada, así que enviamos lo que teníamos hecho hasta entonces (estaba incompleta, pero algo es algo). Decidimos seguir haciéndola y la terminamos tres días después, y la enviamos. Pero claro, la fecha de los archivos ya no era la del día oficial de entrega. Y se ve que el profesor vio día 24 (en lugar de 21) y directamente pasó de corregirla. Pues nos contesta que pasemos a verle. Vale, pues por la tarde nos pasaremos.
Son las 12 y pico de la mañana. No he ido a la piscina. No hemos hecho nada. Nos miramos los caretos. Los gestos de asco son claros: no hay ni puta gana de hacer nada de nada esta mañana. Y con estos pensamientos me voy, absorto, a mi casa. Veinte minutitos de caminata pausada, meditando lo inútil del ir y venir que llevo. Delante de mi puerta, meto la mano en el bolsillo y saco las llaves de... ¡¿mi coche?!
¿Colega, dónde está mi coche?, me pregunto. Y añado: ¡Cáspita! (eufemismo), si me he ido en coche... Y mi coche muerto de risa en el aparcamiento interior del Mercadona.
En fin, ya lo recogeré esta tarde, subo a casa y se lo cuento sonriendo a mi madre. Ni puta gracia le hace: "Ya estás tardando en ir a por él". "Que no, esta tarde, que tengo que ir pa'l barrio otra vez". "Vas... YA" (el nivel de dB aumenta un 300%). Intento hacer oídos sordos mientras camino hacia mi habitación pero el tercer imperativo materno (y no precisamente maternal) amenaza con mover los cimientos, así que me vuelvo a calzar y, hala, otros veinte minutitos en la dirección opuesta. En definitiva, cuando llego a casa (por segunda vez) ya es la una. La una. Una. Una mañana perdida es lo que es.
Cinco y pico de la tarde. Vamos a la facultad a ver al profesor. Y nos dieron las... seis, y las seis y cuarto... y la cola para entrar al despacho del profesor aumenta pero no ha salido nadie todavía. Va para largo. Nos vamos porque tenemos clase de otra asignatura a las seis y media. El profesor llega casi a las siete (si hacemos cálculos: 7-5, llevamos otras dos horas perdidas...). La clase acaba a las 8:30. Inmediatamente bajamos al despacho del profesor de las mencionadas prácticas. Tras esperar un cuarto de hora, por fin podemos entrar. "Somos fulanito y menganito, bla bla...". "Claro, es que yo corregí lo que encontré el día 22 por la mañana, y si lo vuestro no estaba...". "Pero es que sí que entregamos cosas, lo que teníamos hecho el día 21, aunque no estaba completa la práctica". En este momento al profesor se le pone la cara blanca. Te hemos pillao, jefe, ¡tú el día 22 no corregiste una mierda! ¿a quién quieres engañar?, pensamos. "Vale, mañana miro la práctica y os envío la corrección, podéis entregar la siguiente práctica, no hay problema". Bueno. El día laboral no ha acabado tan mal como parecía.
Pero sigo teniendo esa sensación extraña... Puede ser que empiezo a pensar que ya no tengo edad para dejar escapar el tiempo...

1 Comments:
Salüte!!
Matizar un detalle, dada mi abultada experiencia en ese innato sentido del aprovechamiento del tiempo, me veo obligado a (como experto) opinar sobre tan terrible experiencia que en estas lineas relatas.
Desde esta posición de gurú en la temática debo aconsejarte el siguiente pensamiento :
Erróneo: Creo que ya no tengo edad para perder el tiempo.
Correcto: Creo que ya no tengo edad para analizar si aprovecho el tiempo.
:D
Sino por la teoría de Quino (búsquese tira cómica en google al respecto, referente al orden del tiempo) deberíamos tener más brío, salud, velocidad y reflejos en la vida según esta fuera agotándose.Dada la prisa que tendríamos por realizar trabajos inacabados al ver terminar nuestra existencia.
Aconsejo desde aquí a todo "leyente" anónimo: Si tienes un problema y no tienes a día de hoy fuerzas ya para prepararte un examen en una noche(por ejemplo), entonces !!!! baja los brazos!!!! y déjalo en manos de la veteranía que como contrapartida tu ya avanzada edad te proporciona.
Es increíble la sabiduría de la improvisación, tan menospreciada en los días que corren.
:D :D :D
Está mu bien la página loco, como no la más Multimedia del anillo.
Un abrazo!! Ü
Publicar un comentario
<< Home