sábado, julio 15, 2006

Las odio

¿A quiénes? No, no. Que no se me entienda mal. No es que odie a nadie. Odio esas gafas de sol. Esas enormes gafotas que les ha dado a las tías (vale: no a todas) últimamente por llevar. ¿Pero es que no se dan cuenta de que son horribles? ¿Cómo pueden ser tan borregas y tan horteras para seguir absurdas modas y hacer todas lo mismo? Que a una se le ocurre llevar una florecilla en el coche... pues hala, todas con su floripondio ahí, a ver cuál es más grande y cantoso. Pero es que esto de las gafas me mata. Para empezar, como protección de la vista son un desastre. Sí, ya sé que para muchas eso no importa, "para lucir hay que sufrir", dicen. Pero ahí es adonde voy yo... ¿lucir qué? Porque vamos, con media cara tapada cual burka ya me dirás qué luce. A las que son monas se les afea el rostro, y las feas... cuando se las quitan te dan el susto. Flaco favor se hacen a sí mismas, unas y otras.

No acaba aquí la cosa. Esta mañana he ido (con intención) de compras. Buscaba un par de camisas y un par de camisetas. Si además veía unos pantalones cortos, o bermudas mejor dicho, pues perfecto. La cosa es que vayas adonde vayas, en todas las tiendas (y en el cortinglés también) lo que abunda son camisas con rayas y cuadros de colores. Rectifico: horrendas camisas con rayas y cuadros de colorines vivos. Y en todos los sitios igual, mucho color por aquí, mucho cuadro por allá. Vale, seré un clásico y un antiguo, y todo lo que queráis, pero a mí me sigue asaltando una duda en la mente. ¿Quién leches es el creativo que se inventa, así porque sí, que los tíos necesitamos ese tipo de camisas? Lo digo porque me he fijado, y de los (estimemos) 500 tíos de entre 15 y 30 años que me he podido cruzar esta mañana por el centro de la ciudad, solamente 5 llevaban camisa. Y de estos, 3 eran camisas totalmente lisas y de color discreto. Pues al final yo me he comprado una camisa de rayas verdosas, la más decente que he encontrado (de hecho buscaba otra más porque había oferta si comprabas dos, pero nada). Y no acaba ahí la cosa. Como todo el mundo lleva camisetas, para hacernos la puñeta y puestos a obligarnos a comprar la mierda de camisas, el género de camisetas estaba por los suelos (no literalmente, claro): poquísima variedad, camisetas vete-a-garrulandia y serigrafiados por delante, por detrás, en las mangas y en el cuello, si hace falta. Total, que en una tiendecilla, al final, me he comprado una camiseta normal y corriente, baratucha, que va a durar dos lavados, si acaso. Vaya una mañana echada a perder.

Escuchando: María Isabel - Antes Muerta Que Sencilla