martes, enero 24, 2006

¡Quieto!

Me he parado por un momento y me he puesto a pensar en los "frentes" que llevo abiertos y que todavía no he cerrado en este blog. Por un lado, el curso de fasile, que pensaba impartir mediante amenas lecciones semanales; pues ahí se quedó en el post de presentación, aunque en realidad tengo preparadas cuatro o cinco lecciones en formato word que quisiera transformar a flash para añadir la pronunciación (ya que dejando aparte el braille y la lengua de signos -que no dejan de ser adaptaciones de otras lenguas-, ¿qué es un idioma si no se habla?). Tengo todavía dos o tres libros y discos que no he comentado y otras tantas películas que he visto y quisiera reseñar (bien porque las haya visto en el cine, o porque viéndolas en casa me han gustado especialmente); por otro lado, me gustaría ir añadiendo el resto de películas que vaya viendo con un minimísimo comentario o valoración. Y cómo no, está el tema político... como es de imaginar, no estoy muy contento con la situación actual, que no anda precisamente tranquila en las últimas semanas... pero bueno, dejaremos que se vea el desenlace antes de mojarnos :) Por otro lado, además, tengo pensado un largo post sobre un tema que traerá cola.
Si no puedo llevar todo esto para adelante es porque últimamente no tengo tiempo físico para ello. Entre terminar prácticas, dar clase a mis alumnos, ir a la escuela de idiomas, y qué leches, darme de vez en cuando un garbeo (pero volviendo prontito a casa) pues me resulta casi imposible mantener el blog al día. Mea culpa, por no organizarme bien. Para resarciros, y en forma de disculpa, quisiera transcribiros un post que debí haber publicado el día 6 ó 7 de este mes. Un comentario sincero que dejé aparcado sin terminar de escribir y hoy he completado.
Este año, las navidades en mi casa han sido prácticamente "aconfensionales". Y me alegro mucho. Ni decoración, ni árbol de Navidad, y nada de villancicos en la minicadena. Ni siquiera mi madre, que es la única que va a misa ha ido a la iglesia en las citas señaladas: ni misa de gallo, ni misa de Navidad ni misa de Epifanía. Lo único religioso que se ha podido ver en casa son unas figuritas de belén que hizo mi hermano cuando tenía 8 ó 10 años, pintadas con los colores cambiados, lo que les da un toque gracioso y bastante poco "canónico". Por lo demás, todos las tradiciones y celebraciones típicas de esta época (que han sido varias) han sido paganas: el sorteo de lotería Navidad -miiiileuros- puesto como sonido ambiente la mañana del día 22, una copiosa cena el 24 con mis primos, otra copiosa cena el 31, las uvas de la suerte de Nochevieja con los otros primos, una comida copiosa el día 5 por el cumpleaños de mi hermano, y el día 6 los regalitos -nada especial- y el roscón de Reyes para desayunar. Quizá a algunos esta escasez de "signos navideños" les pueda dar a entender que mi familia es triste o que en ella reina la apatía. Nada más lejos de la realidad. En mi casa no necesitamos que nos vendan la moto, no necesitamos una Navidad de brillantina y matasuegras, nos tenemos los unos a los otros y nos queremos; eso es lo que a mi familia y a mí nos importa, y esa es la mayor alegría y la mayor celebración que se puede tener. Y por eso me alegro sobre todo, porque no necesitamos falsos adornos para ocultar carencias, algo de que por desgracia me he percatado se da en bastantes -así llamados- hogares. Os deseo a todos de corazón que tengáis la suerte de sentir, como mínimo, una cuarta parte de la felicidad que yo siento al tener esta familia a la que quiero mucho, aunque probablemente no lo demuestre en demasía. ¡Muchos besos!
7 de enero de 2006
Escuchando: Sagi-Rei - Free

1 Comments:

At 12:42 a. m., Blogger Juanicus escribió...

Interesante reflexión. Lo importante, según mi opinión, no es poner adornos o dejar de ponerlos, sino ser auténtico y consecuente. No eres ni mejor ni peor por ir de tiendas en Navidad o ir a misa de Gallo, pero sí por hacerlo con el corazón. La felicidad no empieza en lo que piensan y ven los demás de ti o de tus actos, si no en uno mismo y en la satisfacción de hacer lo que realmente se siente, a pesar, a veces, de la incomprensión.

 

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